ECUADOR-ULTIMA PARTE
El camino desde Montañita (la costa del Pacífico) hacia Quito (los Andes) es maravilloso. Una fuerte subida hacia las sierras donde la vegetación es impresionante, la exuberancia vegetal, hojas enormes, con la altura la vista se extiende, vemos montañas enormes que tendremos que subir a pura curva, cubiertas con más tonos de verde de los que podemos abarcar con los sentidos y la memoria.
A 200 km de Quito pasamos la noche en una estación de servicio, donde casi no pegamos un ojo entre el calor y los mosquitos que se habían colado en la Caracola. A la mañana siguiente seguimos el camino, cansados pero poniéndonos de mejor humor porque el camino seguía siendo hermoso. La ruta nos hizo entrar en una ciudad, mirábamos risueños el tremendo lío que nos rodeaba, risueños porque pensábamos seguir de largo por los caminos agrestes … pero de pronto el volante de la caracola quedó bailando y sólo nos dio tiempo de estacionar en una ochava… en medio del tremendo lío. Justo una esquina donde doblaban todos los colectivos, y todos querían insultarnos porque les obligábamos a hacer una tremenda maniobra, pero ahí quedamos … 7 horas. Al segundo teníamos unas 6 cabezas que se asomaban por las ventanas para ver qué pasaba y para dar ideas para resolver la situación. Todos con buena voluntad. Beto estuvo yendo y viniendo con mecánicos y torneros. Lolo y yo quedamos en la Caracola. Nuestro día se dividió en 3 partes: un tremendo calor en el que Lolo sudaba como en un baño turco, en medio se pegó con el volante en la frente y empezó a sangrar a mares (en seguida tenía una cabeza que se asomaba por la ventana y daba buenos consejos), y un diluvio que se colaba por las ventanas y nos mojó unas cuantas cosas.
Con muy buena voluntad se resolvió el temita del volante (se había aflojado una rosca y también se habían comido los dientes) y cuando vamos a arrancar la bocina no paraba de sonar, así que Beto, en medio del diluvio, se tiró debajo de la Caracola para desconectarla. Salimos huyendo de esa ciudad, Lolo herido pero ya de buen humor, Beto y yo con la cabeza que se nos partía. Se nos hizo de noche y el camino era puro pozo, barro, un horror. Manejamos un par de horas y nos zambullimos en el primer hotel que encontramos en Santo Domingo de Los Colorados, carísimo pero no nos daban las fuerzas para seguir buscando nada.
Al día siguiente pudimos ver que tuvimos mucha suerte en que se nos rompiera justo ahí el volante, en una ciudad y no en medio de la nada, y mejor no pensar en situaciones en que podría haber sido bien riesgoso.
Al siguiente día fuimos a ver si podíamos conocer a Los Colorados que le dan nombre al lugar, nos metimos por los caminos que nos indicaban y veíamos carteles de curanderos vegetalistas naturalistas, con retratos de indígenas, bien curioso, pero no nos dio para parar en ningún lado y seguimos camino a Quito.
El camino cambió y se puso también maravilloso, altura, altura, altura, habremos pasado por unas diez cascadas, se vino el frío y de repente en una parada notamos que las musculosas, ojotas y bermudas, que eran nuestro uniforme los últimos meses, estaban desubicadísimas con la fresca que hacía. Rápidamente nos pusimos a revolver La Caracola para encontrar medias, zapatillas, ropa de lana, y pantalones largos.
Llegamos a Quito atardeciendo, maravillados y sorprendidos con los volcanes nevados que la rodean. Nos encontramos con la gente del club VW de allá, el Catso Club (Catso significa escarabajo en quechua) y nos guiaron hasta el hotel de Alberto, miembro del Catso, que por suerte queda en el Centro Histórico de Quito.
No esperábamos tanta belleza, el centro está muy bien mantenido, son 360 manzanas coloniales, las iglesias son muy interesantes y el paisaje que rodea todo es bellísimo. La pena es que veníamos del baile de los días anteriores, también sentíamos la altura, el Lolo se empezó a resfriar… y sentíamos un agotamiento muy grande. También se nos esfumó mucha plata en estos pocos días y eso también nos tiró pa abajo. La cuestión es que disfrutamos la bella Quito, nos quedamos con ganas de más, pero debíamos partir porque se nos hacía muy cara la ciudad.
Gracias a Alberto, Buda, Diego y el grupo del Catso que organizaron un paseo con rico asado para agasajarnos. Mención especial para el “dígalo con mímica” que fue la estrella de la tarde.
Partimos hacia el norte, pasamos por la famosa Otavalo, nos sorprendimos con las vestimentas, ellas de faldas largas negras, camisas blancas bordadas en colores y collares de muchas vueltas y pañuelos en la cabeza, ellos con pelo largo, sombrero y traje negro. Se ve que el pueblo ha tenido demasiado turismo porque tiene un comercio al lado del otro y el 90% de las artesanías son industriales. No nos convenció y seguimos camino a La Esperanza, lugar que nos habían recomendado Purahoja y Alicia.
Encontramos un pueblo hermoso, nos parecía una mezcla de pueblo de la Quebrada de Humahuaca, con sus casas de adobe, pero con un paisaje del sur argentino, picos nevados y pinos, una cosa maravillosa. Preguntamos por hospedaje, caía la tarde y hacía frío, y nos mandaron a “Casa Aída”, llegamos, anochecía y nos cobraban muy cara la habitación, así que dormimos ahí pero dentro de la Caracola, con cierto sabor amargo porque también nos cobraban caro (8 dólares por pasar la noche ahí), en un garage inclinado. A la mañana siguiente estábamos por partir, ya para entrar a Colombia no del mejor humor, y apareció la señora Aída que le da nombre al lugar, muy hospitalaria ella, en tren de conversar, le contamos que veníamos haciendo carteles y en seguida nos encomendó uno. Nuestro humor cambió rápidamente, nos quedamos 2 días más en los que Aída nos hizo sentir muy bien, nos llenó la panza de su riquísima comida casera y le dejamos un enorme cartel. Solita ha levantado un hospedaje muy cálido que visitan gringos de todo el mundo porque figura en todas las guías del tipo Lonely Planet como el de los mejores desayunos de Ecuador. Sus panqueques con mermelada de zarzamora son inolvidables y su disposición a que todos se vayan contentos de su casa también.
Adiós a Aída y otra vez un maravilloso camino hacia Colombia. Montañas y montañas sembradas, altura y frío … Adios a los panas!...y entramos a Colombia!